En el contexto del avivamiento y el despertar espiritual, la humildad consiste en ver con gran agudeza la gloria y el poder de Dios, así como nuestra relación subordinada y dependiente hacia Él. Nos vemos a nosotros mismos como criaturas y vemos a Dios como el Creador. Nos consideramos indignos, pero al mismo tiempo hemos sido hechos dignos en Cristo. Entendemos que somos débiles, pero fuertes en Él. Vemos nuestras inconsistencias, pero las vemos como espacios a través de los cuales la gracia de Dios puede fluir. La humildad es la lente a través de la cual vemos y experimentamos la naturaleza paradójica de la vida cristiana: Cristo en nosotros.
Habiendo visto la necesidad de un despertar espiritual, la humildad inclina nuestra cabeza ante el Señor. Individual y colectivamente, admitimos que no podemos hacer que ocurra un despertar espiritual, pero confiamos en que Dios puede.
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