Oración

4 preguntas para cualquiera que batalla con la oración

Muchos de nosotros luchamos con la comunicación en nuestras relaciones, y seré el primero en admitir que soy el peor.

Muchas veces he visto la comunicación con mis seres queridos como una obligación o algo para marcar en mi lista de cosas por hacer. Pero he aprendido que la comunicación es mucho más que una tarea.

La comunicación es, en realidad, la relación.

Y como la oración es nuestra principal forma de comunicación con Dios, la oración es nuestra relación con Dios.

Aquí hay 4 formas en que podemos mirar nuestras relaciones con las personas para aprender sobre nuestra relación con Dios.

1. ¿Estás distante?

Imagínate que tu cónyuge pone todo por delante y te da solo las sobras de su tiempo libre, utilizando una comunicación sistemática y habitual contigo. ¿Qué pasaría si solo te hablara cuando estuviera muy feliz o muy triste? ¿Y si solo lo hiciera brevemente, tal vez un minuto por la mañana y otro minuto antes de acostarse? Incluso si algunas de esas conversaciones fueran profundas y sorprendentes, seguirías teniendo el corazón roto y siempre anhelando más.

Esta cita de Richard Foster es una maravillosa descripción de cómo se siente Dios cuando lo tratamos de esta manera:

"Hoy el corazón de Dios es una herida abierta de amor. Él se duele por nuestra distancia y preocupación. Se lamenta de que no nos acerquemos a él. Se lamenta de que lo hayamos olvidado. Llora por nuestra obsesión con la mucosidad y la virilidad. Anhela nuestra presencia. Te invita a ti y a mí a volver a casa, a volver a donde pertenecemos, a volver a lo que nos creó. Sus brazos están extendidos para recibirnos. Su corazón se agranda para acogernos." – Richard Foster

Como en cualquier relación, no deberíamos desquitarnos con Dios. Aunque estemos ocupados con el trabajo, tengamos un mal día o pasemos por momentos difíciles, no debemos distanciarnos. En realidad, deberíamos usar esto como una oportunidad para mantener abierta la línea de comunicación. No dejemos nuestros problemas en el trabajo o donde sea que pertenezcan, sino llevémoslos todos a Él.

Intenta escribir lo que te molesta en un papel. Ora por ello y luego rompe el papel. ¡El problema está ahora en Sus manos! Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos algo conforme a su voluntad, Él nos escucha y nos lo concede. (1 Juan 5:14)

2. ¿Pasas tiempo de calidad?

La calidad de nuestra comunicación y la calidad del tiempo que pasamos van de la mano. ¿Le damos a Dios las primicias de nuestro tiempo, o solo las sobras? ¿Pasamos suficiente tiempo con Dios como para que nos impresione? Normalmente, salimos de una conversación con un amigo con algo en qué pensar, aunque sea algo pequeño. No tiene que ser una oración apasionada al estilo de sudar sangre para que tenga sentido. A veces, son las interacciones más pequeñas las que nos traen más alegría.

Intenta leer una parte de la Biblia o un devocional. Ora para que Dios te hable mientras lees. Cuando algo te llame la atención, deja de leer y medita en ello. Si tienes una pregunta, ¡ora! Seguro que te responderá de una forma u otra.

3. ¿Estás haciendo toda la charla?

¿Alguna vez has tenido una conversación con alguien que habla sin parar, pero en cuanto tú dices algo, cambian de tema? ¿O tal vez eres tú quien habla sin cesar y no escucha lo que el otro tiene que decir? Recuerdo una vez que hablé con mi madre por teléfono y estaba tan atrapado en mis propios pensamientos que no escuché lo que decía y colgué en medio de su frase. Me entristeció saber que la hice sentir sin importancia al no escucharla.

La comunicación es una calle de doble sentido, y escuchar es tan importante como hablar. ¿Cuántas veces hemos excluido la voz de Dios al hablar sin escuchar? Definitivamente no queremos perdernos lo que Dios tiene que decirnos, ya que es muy probable que sea la respuesta a nuestro problema.

Aparte de hablar con el Señor, intenta tomarte un tiempo para disfrutar de Su presencia y alabarle. Es durante estos momentos de alabanza que sentimos más Su amorosa y verdadera presencia, mientras nos habla en nuestros corazones y mentes. La forma de alabarle depende completamente de ti. Puedes levantar tus manos y cantar, o salir a ver el atardecer. Alábale de la manera que te sea más natural.

4. Por último, ¿eres constante?

Aunque se nos dice que oremos sin cesar, debo admitir que es difícil orar todo el día cuando tenemos que trabajar y cuidar de nuestras casas. Es entonces cuando la relación que hemos estado construyendo con Dios en privado tiene su oportunidad de brillar externamente y dar frutos. Después de una comunicación genuina, encontraremos al Señor influyendo en nuestras palabras, comportamientos y acciones, sin importar nuestro paradero físico.

Depender de Su Espíritu en nuestra vida diaria será cada vez menos extraño y difícil. Se sentirá tan natural como una relación con nuestro amigo más cercano.

Después de todo, eso es exactamente lo que es.

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