Noviazgo

Verdadera intimidad

Olivia Ward (with Emilie Vinson)

Cuando era niña, imaginaba un futuro de cuento de hadas. Verdaderamente creía que algún día iba a conocer a mi Príncipe Azul y viviríamos felices para siempre. Mi vida estaría completa.

Bueno, la vida no es un cuento de hadas. Pero eso no me detuvo de buscar afirmación y significado en los hombres. Para cuando terminé la preparatoria, pensaba que había conocido a mi media naranja.

Teníamos muchas cosas en común. Todos los días pasábamos horas hablando de cualquier cosa que puedas imaginar. Estábamos enamorados. Eventualmente sentimos que el matrimonio era el camino a seguir. Se sentía correcto porque no quería estar sola el resto de mi vida.

Eventualmente, el deseo se convirtió en el punto focal de nuestra relación, y jugamos mucho. Nos convencimos de que "solo nos estábamos divirtiendo". Mentíamos a nuestros amigos y faltábamos al trabajo solo para poder tener un encuentro.

En medio de seguir nuestra pasión, estábamos persiguiendo desesperadamente la emoción de la intimidad y el placer a expensas del otro. Con el tiempo, equiparé la intimidad física con el amor. La codicia y el egoísmo se apoderaron de nuestra relación; se convirtió en un ciclo que siempre tenía un final vacío.

Un día, un amigo me invitó a una reunión "genial" cristiana organizada por Student Life [el nombre de Cru en Nueva Zelanda]. No quería ir porque en mi mente, los cristianos eran raros. Cuando entras en su espacio "santo", te golpean con Biblias y agua bendita.

Para mi sorpresa, no fue así. Todos allí eran normales, y algunos eran realmente geniales. Pero lo que cambió mi vida ese día fue el mensaje. Se trataba de una relación personal con un Dios personal. Algo hizo clic dentro de mí.

Proveniente de un trasfondo religioso, siempre se trataba de lo que tienes que hacer para merecer algo. Ahora, estaba escuchando acerca de este Jesús que renunció a su vida, ¡todo porque quería conocerme y relacionarse conmigo, incluso cuando no lo merecía! Mi idea entera sobre un dios distante e inútil que no tenía tiempo para mí fue arruinada.

Ahora me enfrentaba a un Dios motivado por el amor, para que yo no tuviera que cargar con todas las tonterías en mi vida. Y no importaba lo que hubiera hecho o dónde hubiera estado. Todo lo que tenía que hacer era creer. Ese fue el comienzo de mi relación con Jesús.

Tuve que aprender a confiar en que Él era el único que podía satisfacer verdaderamente mi necesidad. Esto significaba establecer límites que me detuvieran de engañarme a mí misma en tener relaciones saludables. Tuve que tomar algunas decisiones difíciles en mi vida sobre con quién salía y incluso con quién me iba a casar.

Jesús me enseñó a disociar el amor de la intimidad física. No prometió eliminar mi deseo por ella, sino aprender en medio del anhelo que Él es digno de confianza. Que Él es a quien correr, no a los brazos de otro hombre.

Hoy, Dios me ha bendecido con un matrimonio, no para que mis necesidades estén completamente satisfechas, sino para que Dios mismo pueda expresar intimidad desinteresada a través de mi esposo.

 

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